Diario Médico recoge las reflexiones del director científico del CIBERCV, Francisco Fernández-Avilés, con motivo del Día Mundial del Corazón, que se celebra el 29 de septiembre.
El reenfoque de la ciencia biomédica es, o debería ser, el eje principal del cambio que está produciendo la pandemia COVID-19 en la actividad del mundo. La investigación cardiovascular está en el núcleo de este reto. Es difícil digerir el conocimiento ingente que se ha generado desde la explosión de la infección, pero incluso su observación panorámica indica claramente la obligación de priorizar el estudio del papel cardiovascular en esta pesadilla.
Urge una definición precisa de la responsabilidad del SARS-CoV-2 frente a la de otras patologías en el exceso de mortalidad observado durante la primera expansión de la pandemia y en los brotes posteriores. El sistema de Monitorización de la Mortalidad diaria (MoMo, Centro Nacional de Epidemiología, septiembre 2020) ha detectado en España tres periodos de exceso de muertes, con un pico cercano a 45.000 decesos más de los esperados en la fase álgida de la infección (marzo-mayo de 2020), lo que representa un exceso de mortalidad superior al 60% a nivel nacional, que ha rozado el 200% en áreas particularmente castigadas, como Madrid.