ISCHEMIA es un estudio multicéntrico en el que participaron más de 300 centros de 38 países, entre ellos el Complejo Universitario de A Coruña (CHUAC), que fue liderado por el investigador del CIBERCV Jesus Peteiro, junto con los Drs Ruth Perez, Oscar Prada, Xacobe Flores, Gonzalo Barge, y Dolores Martinez. En el estudio también participa el Dr. López-Sendón, Jefe de Servicio de Cardiología en el Hospital La Paz de Madrid y jefe de grupo del CIBERCV.
“El estudio randomizó a 5,179 pacientes a una estrategia de tratamiento médico optimo (TMO) versus una estrategia de TMO más revascularización coronaria, sin encontrar diferencias entre grupos en el end-point compuesto de muerte cardiovascular, infarto de miocardio, hospitalización por angina inestable, fallo y paro cardiacos” explica el doctor Peteiro.
Los resultados, publicados hace unos meses en la revista New England Journal of Medicine, muestran que hubo más infartos periprocedimiento en el primer año en la estrategia intervencionista (usándose la primera definición de infarto) y más infartos espontáneos en el segundo año en la conservadora, con igualdad en el número de infartos totales.
Tal y como explica Jesús Peteiro, “cuando se evaluaron los infartos usando la segunda definición de infarto, el end-point primario ocurría más frecuentemente en la estrategia invasiva. Las muertes por cualquier causa en el seguimiento medio de 3,2 años también fueron iguales (145 en la estrategia invasiva, 144 en la conservadora)”.
El centro gallego logró reclutar a más de 100 pacientes, situando al CHUAC en el puesto 11º respecto al número de pacientes reclutados.
Según el Dr. Peteiro, los resultados e implicaciones del estudio ISCHEMIA darán para hablar largo y tendido en los próximos años y apunta que “parece innegable que ambas estrategias funcionan de forma parecida y que el único beneficio que consiguió la estrategia intervencionista fue mejorar la angina en aquellos con síntomas más severos”.
El investigador añade que “aunque la mayoría de los pacientes incluidos tenían angina (90%) esta era diaria/semanal en solo 20%, y mensual en 44%, y hasta un 35% reportaban no haber tenido angina el mes previo. Por tanto, la muestra parece representativa de lo que solemos ver en las consultas”.
Jesus Peteiro subraya, asimismo, la singularidad del diseño del estudio ISCHEMIA: “incluir el TAC coronario como prueba previa a la randomización permitió que todos los pacientes incluidos tuvieran ciertamente EAC significativa”.
Los resultados de este estudio no se pueden aplicar a pacientes de conocido mayor riesgo, como aquellos con síntomas muy severos, disfunción ventricular, o enfermedad del tronco principal izquierdo, puesto que estos pacientes fueron excluidos del estudio ISCHEMIA, pero los autores apuntan que “más de la mitad de los incluidos fueron pacientes con isquemia severa, y también casi la mitad tenían enfermedad multivaso y/o que incluía a la arteria descendente anterior proximal, en los que antes íbamos a un manejo invasivo sin plantearnos siquiera otra opción”.
Según Jesús Peteiro algunas actitudes frente a los pacientes han cambiado gracias al estudio: “antes íbamos corriendo a hablar con los hemodinamistas cuando veíamos isquemia severa en un paciente que venía de la consulta”. Además, añade que “es curioso ver como los resultados del ISCHEMIA y la pandemia de COVID-19 parecen haberse aliado para mantener a estos pacientes con EAC estable con TMO y con seguridad en sus casas, al menos como primera opción”.
El investigador concluye que este estudio cambiará, asimismo, la forma de solicitar pruebas en pacientes con enfermedad coronaria, así como el tipo de ellas: “si los síntomas y no la isquemia van a ser la indicación para revascularización, pruebas simples como la prueba de esfuerzo convencional pueden tener su papel en vez de otras más costosas y/o radioactivas, al menos para el paciente con enfermedad coronaria conocida. Por otra parte, el TAC coronario gana protagonismo y podría usarse más en el paciente naive”.
Publicación de referencia
D.J. Maron, J.S. Hochman, H.R. Reynolds, S. Bangalore, S.M. O’Brien, W.E. Boden, B.R. Chaitman, R. Senior, J. López-Sendón, K.P. Alexander, R.D. Lopes, L.J. Shaw, J.S. Berger, J.D. Newman, M.S. Sidhu, S.G. Goodman, W. Ruzyllo, G. Gosselin, A.P. Maggioni, H.D. White, B. Bhargava, J.K. Min, G.B.J. Mancini, D.S. Berman, M.H. Picard, R.Y. Kwong, Z.A. Ali, D.B. Mark, J.A. Spertus, M.N. Krishnan, A. Elghamaz, N. Moorthy, W.A. Hueb, M. Demkow, K. Mavromatis, O. Bockeria, J. Peteiro, T.D. Miller, H. Szwed, R. Doerr, M. Keltai, J.B. Selvanayagam, P.G. Steg, C. Held, S. Kohsaka, S. Mavromichalis, R. Kirby, N.O. Jeffries, F.E. Harrell, Jr., F.W. Rockhold, S. Broderick, T.B. Ferguson, Jr., D.O. Williams, R.A. Harrington, G.W. Stone, Y. Rosenberg. Initial Invasive or Conservative Strategy for Stable Coronary Disease. N Engl J Med. 2020; 382(15): 1395–1407. DOI: 10.1056/NEJMoa1915922
*detalle foto: Investigadores del CIBERCV y del CHUAC, A Coruña, que participaron en el estudio ISCHEMIA. De izquierda a derecha: Gonzalo Barge, Jesus Peteiro (IP), Ruth Perez, Oscar Prada, Moises Blanco (SM). No presentes: Paula Gonzalez (SM), Dolores Martinez y Xacobe Flores.